viernes, 29 de noviembre de 2019

El caminante


Camino por la misma calle que hicieron hombres hoy muertos, que pisaron a diario miles de hombres hoy enterrados, que escupieron borrachos hoy sepultados bajo cientos de capas de años. La calle es la misma: el asfalto, el empedrado o las baldosas pueden cambiar pero su presencia sigue intacta, siento su superficie que me contiene mientras camino, intuyo sus desniveles grabados en mi memoria.

¿Dónde están, en cambio, tantos hombres que la pisaron y hoy se pudren bajo tierra? ¿Querrán sus manos de huesos alcanzar este tiempo que yo vivo con las ansias de un niño que busca un dulce? ¿Recordarán el sonido de las primeras pisadas de sus hijos por esta calle, o el súbito encuentro con el amor en una tarde cualquiera, repetida pero única? ¿Dónde habrán quedado sus sueños, sus frustraciones y sus anhelos? ¿Dónde quedarán tantas palabras de mi boca cuando esta calle ya no me recuerde?

Bajo el pesado manto del tiempo, impune e impertérrito, los ojos de Dios miran el ocaso y los últimos rayos del sol bañan la calle. Se encienden mis zapatos.

Por Pablo Javier Piacente.

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